Habían terminado caminando de regreso a sus casas, el camino
era largo, pero algo había hecho que la caminata fuera necesaria, más para ella
que para él. Llegado cierto momento ella se detuvo con la mirada perdida en
algún lugar que él no podía adivinar, cuando lo vio, la incertidumbre invadió
sus ojos y su corazón, y aunque él lo había notado, no fue capaz de decirle
algo a la chica que andaba a su lado.
-Siento como si… no fuera a verte por un largo tiempo – dijo
ella con una seriedad impropia para el momento. Él solo medio sonrió, una
sonrisa que no llegaba a su mirada, Dios, una mirada podía decir tanto, era la
única parte del cuerpo que no mentía.
Él se acercó a ella y solo atino a abrazarla, las cosas no
iban bien entre ambos, eso quedó claro luego de noche tras noche en las que
ella lloraba preguntándose qué había hecho mal y miles de respuestas se le
pasaban por la cabeza, algunas con fundamento y otras demasiado descabelladas.
-Pasará lo que tenga que pasar – había dicho él, una
respuesta que hubiera
preferido no escuchar; otra vez las ganas de llorar, pero no, al frente de él
no lloraría.
Siguieron caminando tomados de brazo, pero el silencio se
había apoderado de ellos, muy bien podían haber estado caminando al lado de un
extraño, las palabras no fluían, algo definitivamente se había roto entre ellos
dos, y ese algo estaba desencadenando lo que parecía ser el fin.
Cuando llegó el momento en que tenían que tomar caminos
distintos, un tema que ella realmente no quería tocar, llegó sin ser llamado, y
de nuevo tuvo que soportar esa sensación de celos, angustia y miedo dentro de
ella, y como siempre, ocultarlo del chico que tenía delante suyo.
-Se parece a mí – dijo él refiriéndose a su nueva compañera
– solo me da ganas de ayudarla, necesita de alguien que le de apoyo.
“¿Y por qué tienes que ser tú quien lo haga?” quiso
preguntar, pero la pregunta nunca salió, otra vez esas malditas ganas de
llorar, pero otra vez se contuvo y con la mejor sonrisa que pudo mostrar miró a
cualquier lado menos hacia él, y justo en ese momento algo hizo “click” y la
angustia desapareció para dar paso a la rabia que fue dirigida hacia esa
intrusa y hacia él.
A lo lejos pudo ver que su bus llegaba, era hora de irse, de
separarse una vez más de él, de llorar una noche más, pero por ahora prefería
dejar que la rabia la invadiera para que las lágrimas se alejaran de ella. En
un movimiento rápido, se empinó apoyándose en el hombro de él y lo besó, un
beso que más que cariño o “amor” destilaba reclamo y posesión, al alejarse él
la miró con sorpresa por la acción y una pequeña sonrisa divertida se apareció
en sus labios.
-¿Te empinaste? – preguntó aun sonriendo.
-Sí – respondió secamente ella con una sonrisa que no
combinada con esa mirada llena de rencor – adiós – terminó de decir antes de
tomar el bus que la llevaría lejos de él una vez más, le dedicó una última
mirada antes de que el bus arrancara, mirada que el sostuvo, y cuando este
estuvo en marcha, no pudo soportarlo más y gruesas lágrimas rodaron una vez más
por sus mejillas.
Ella lo perdía y no sabía cómo hacer para que eso no pasara,
él se alejaba y comenzaba a olvidarla, él estaba saliendo de su vida dejando un
vacío que atentaba con tragarse su corazón, bajó la cabeza tratando de ocultar
su tristeza limpiando a la vez esas lagrimas traicioneras, no era necesario que
nadie más viera lo partida que estaba su alma ahora, además, si él no se daba
cuenta… ¿Qué más daba si los demás sí?