jueves, 2 de julio de 2015

Ruina

La tristeza puede volverme más fuerte.
La decepción puede endurecer mi alma.
La rabia darme la motivación para mis propósitos.
Tú, convertirme en la peor persona.

Sigo el juego impuesto hace años.
Sigo alimentando al monstruo que está oculto.
Sueño con liberarme de mi pasado tormentos.
Recuperar lo que una vez se rompió en mí.

La vida sigue, pero me siento estancada.
Mi única motivación se vuelve odio.
Odio por ellos, odio por mi ingenuo yo.
Por la inocencia que una vez dejé pisotear.

Me estoy envenenando, me estoy matando.
Estoy cayendo de nuevo, hundiéndome en el mismo hoyo.
Sola sin quién me rescate, perdida en mi ser.
Perdida en el laberinto que yo misma me creé.

Quiero abandonar, no puedo más con esto.
Tantos años son, mi mente no soporta más.
Necesito terminarlo, ser libre por fin.
Resetearme, no, apagarme y darme baja.

Verte sonreír...

Cuando vi que te ibas, el pecho se me comprimió a causa de la angustia, te seguí con la mirada y al momento que cruzaste la puerta, las ganas de ir tras de ti se volvieron insoportables… pero no, yo debía seguir dentro de esa habitación, lo quisiera o no, debía quedarme.
El tiempo pasó tan lento desde el momento en que te fuiste, traté de concentrarme, traté de sonreír a los demás, era tan difícil… ¿Tan importante eras para mí? ¿Por qué solo podía pensar en ti? ¿Por qué lo único que me importaba en ese momento era saber si estabas bien?
Cuando por fin pude salir de ese lugar solo pude soltar un largo suspiro, tenía ganas de llamarte, saber cómo estabas y si necesitabas… algo… pero mi timidez no me permitió si quiera coger el móvil… ese día caminé con una lentitud muy impropia de mí, mas era lo que necesitaba.
Cuando por fin tuve el valor de, aunque sea, mandarte un mensaje de texto, la sangre se me heló al ver que me habías escrito… Nunca pensé que un pequeño mensaje causaría esa reacción en mí… Es en serio… ¿Tan importante fuiste para mí?
“Hermana… si puedes, ven al parque, estoy aquí…”
Estaba a medio camino de llegar a casa, pero no me importó, lo único que podía pensar era que tú estabas allá… comencé a correr, debía recuperar el tiempo que perdí al alejarme de ti, corrí aun cuando mi estado físico era (y es) pésimo, solo quería estar cerca y ayudarte en lo que pudiera.
Cuando llegué, comencé a buscarte, el aire me faltaba y mis piernas amenazaban con desvanecerse (correr nunca había sido lo que más me gustara), unos segundos después, te encontré… Estabas sentado bajo la copa de un árbol, protegiéndote del irrespetuoso sol que acaloraba las cabezas de todos.
Una media sonrisa, una de alivio a decir verdad, nació en mi rostro, aún estabas ahí, no había llegado tarde… me acerqué sin mucha prisa hasta llegar cerca de ti, levantaste la mirada y esa sonrisa que no llegaba a tu ojos apareció en tu rostro, estabas triste.
Esa tarde solo me dediqué a acompañarte, a estar cerca de ti e intentar que sonrías aunque sea por el momento que estuviera conmigo, lo que más quería era no ver esa mirada triste otra vez, aunque fuera solo por un momento… quería que fueras feliz…